miércoles, junio 02, 2010

Un consejo...

Imagínate sentado en el ribazo de un río caudaloso. La única manera segura de cruzarlo es utilizar una serie de piedras resbalosas, cubiertas de musgo, que apenas sobresalen de la veloz corriente. En cuanto comienzas a cruzar se torna obvio que la mejor manera de pasar a la piedra siguiente es plantar con firmeza los dos pies en la que tienes abajo. Con ambos pies bien afirmados, logras un máximo de equilibrio y estabilidad para hacer el movimiento siguiente. Tu único punto de equilibrio es la roca que tienes abajo. En ese momento no hay más alternativa ni posibilidades de estar en otra parte. Si te lamentas por las circunstancias, sólo conseguirás distraer tu atención de la tarea pendiente: llegar sano y salvo al otro lado del río. Si te sientes víctima ("¿Por qué yo?" "¿Qué he hecho para merecer esto?") no harás sino aumentar las probabilidades de terminar cayendo al agua, casi como para demostrar que eres realmente una víctima digna de compasión.



Aparta tu atención del punto donde estás y reducirás dramáticamente tus posibilidades de alcanzar el objetivo, aumentando las de acabar en las mismas circunstancias que deseabas evitar.



Trata de saltar velozmente de una roca musgosa a la siguiente y, con toda probabilidad, te encontrarás en el agua, mojado y debatiéndote. Pero si mantienes tu atención exactamente en el sitio donde estás, deteniéndote para recobrar el equilibrio después de cada paso, con lentitud, firmeza y constancia, puedes pasar de piedra en piedra, por muy resbaloso que sea el camino.



En la vida, afirmar bien los pies es aceptarse uno mismo y aceptar las circunstancias actuales, por mucho que deseemos ser diferentes o estar en otro sitio. La renuencia a aceptarlo conduce a la frustración con respecto a las circunstancias actuales, al enojo por los hechos pasados y los actos ajenos, a la culpa y los remordimientos por la conducta propia, y a la pérdida de coraje y confianza en tu capacidad de manejar lo que sucede a tu alrededor. Reconocer y aceptar las cosas tal como son no equivale a darse por vencido ni a renunciar al futuro que se desea. No significa que estés satisfecho ni que te hayas vuelto complaciente. Por el contrario: al aceptar las cosas como son te pones en situación de ejercer el máximo de control e influencia sobre el futuro, pues operas desde tu único punto de poder: el momento actual.



Tu estrategia es concentrarte en el presente. Desde ahora en adelante, dondequiera te encuentres atrapado en las emociones del pasado, incluidos el enojo, la culpa y la falta de seguridad, di para tus adentros y hasta en voz alta: "Las cosas son como son". En los últimos veinticinco años lo he repetido miles de veces. Cuando te encuentres empantanado en los hechos negativos del pasado, utiliza esa afirmación para volver a lo actual, una y otra vez, hasta que ocurra casi automáticamente. En ese punto descubrirás que el pasado está perdiendo su asidero emocional.



Con el correr del tiempo, mediante la repetición constante de este procedimiento, perderás toda

fijación emocional con el pasado, sin que importe qué ni cuánto te haya ocurrido.



Recuerda que el pasado ya no es real. Tu única realidad es el momento actual. Tu pasado es sólo una serie de pensamientos que tanto pudiste sacar de una película como de tu propia experiencia. Ese caudal de pensamientos no puede dominar tu vida ni tu futuro, a menos que tú le permitas ocupar tu mente y distraer tu atención de la tarea que tienes entre manos. Cuando eso ocurra, recobra el mando de tu propia mente fijándola de nuevo en el momento actual.

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